jueves, 17 de noviembre de 2011

No a los eufemismos o sea: al pan, pan y al vino, vino

El lenguaje mexicano está, como el país, muy contaminado. Una practica ominosa que caracteriza a los discursos es el abuso de los eufemismos, que no son otra cosa que chapuzas lingüísticas para disfrazar realidades incomodas o "políticamente incorrectas". ¿Cuándo fue que permitimos atrocidades como "adultos en plenitud" para calificar a los ancianos, o mejor aún a los viejitos? Yo, que todavía no me siento viejita ( así, en diminutivo cariñoso) a mis 56 primaveras, de ninguna forma me ajusto al término, a no sea que se refiera a capacidades filosóficas, espirituales o intelectuales, en donde la plenitud puede ser un suceso, pero no un estado permanente: Nos sentimos plenos en un momento de iluminación o de éxtasis, no todo el tiempo, mañana, tarde y noche... Eso no cabe ni en el universo!
Adultos en plenitud parece un oprobio cuando se le asigna a un sesentón al que le acechan las dolencias y le faltan las fuerzas. Resulta casi una burla "humanamente incorrecta", porque está distante de la compasión.
Así que me escapo de eufemismos en mi discurso personal y digo inválidos en lugar de "personas con capacidades diferentes", jodidos, en lugar de "individuos en ascenso económico", ciegos, en lugar "disminuidos visuales" y ¡Carajo! en vez del hipócrita ¡ Ah Caray!